CUALIDAD FÍSICA 2



P 1
INFORMACIÓN
2
IMPACTO
3
MOTIVACIÓN
4
ENTRETENIMIENTO
C 1
VOLUMEN
2
VELOCIDAD
3
TONO DE VOZ
4
PRONUNCIACIÓN
5
PRESENCIA
6
POSTURA
7
ADEMANES
A 1
INTRODUCCIÓN
2
CONCLUSIÓN
3
DESARROLLO

T
TIEMPO

1. 14 PALABRAS CADA 5 SEGUNDOS

Si el problema fue que hablaste muy rápido o muy lento, tenlo en cuenta para la próxima vez. Graba tu voz en diferentes entornos y analízala con un cronómetro. Cuenta cuántas palabras hablas cada 5 segundos, y acostúmbrate a equilibrar tu velocidad según lo que un oyente promedio suele tolerar.

Si hablas muy rápido, los fatigarás; 
muy lento, los adormecerás.

Aquí no me refiero a una reunión divertida en la que todos saltan y gritan como niños que liberan sus emociones, sino a la presentación de un discurso formal que debe canalizar los pensamientos del oyente dentro de un marco de instrucción, enseñanza o capacitación.

Es cierto que hasta en esos ambientes debe haber lugar para la expresión de emociones, sentimientos y sensaciones, de lo contrario se tornaría tan aburrido como una congestión de tránsito. Pero no al grado de acelerar sin control.

El problema es que la diferencia entre un discurso que da fruto y uno estéril es la misma que entre embutirle o embocarle en dos minutos toda su comida a un niño y dejar que se alimente a un paso razonable. ¿Cual resultará de mayor beneficio, ventaja y utilidad? ¿Atragantarlo o permitirle masticar de modo que ensalive bien antes de tragar cada bocado?

Por eso, preguntate: "¿Debo mostrar más equilibrio y prudencia en la velocidad de mis palabras?

14 palabras por cada 5 segundos es una velocidad que permite una expresión fácil de entender y seguir. No es ni muy rápida ni muy lenta.

Si hablas más rápido, tus palabras se agolparán y será más difícil entender lo que dices. Además, mostrarías falta de conocimiento de las dificultades por las que pasan los oyentes que tienen dificultades auditivas.

Es fácil notar cuando alguien tiene problemas visuales, porque tienen anteojos. Pero los que tienen dificultades auditivas no son tan notorios. Tienes que pensar en ellos.   

¿Captasloquescribíenestalínea? Te costó un poquito de trabajo, ¿verdad? Algo parecido sucede con el oído si hablas muy rápido. Y si en el auditorio hay niños, peor, no entenderán nada, sobre todo si dices "Elucubrandonocionesestenuantes
hastíanelcerebroynocoadyuvana laconsecucióndeobjetivosclaros especialmentelosmáscomplicados, ¿No cuesta más trabajo?

2. ACELERAR EN LOS PUNTOS SECUNDARIOS

Si el problema fue que mantuviste la misma velocidad cuando pudiste acelerar un poco, tenlo en cuenta la próxima vez.

La clave está en la práctica y en cultivar el hábito de equilibrar tu velocidad. Si no lo haces, sacrificarás el entendimiento de tus discursos. Será agotador escucharte, tratando de entender lo que dijiste. 

¿Hay que usar siempre la misma velocidad? No. Puedes -y te conviene- acelerar después de haber insertado el punto principal en la mente de tus oyentes.

Los puntos secundarios, aunque también son importantes, pueden resistir una explicación más rápida por ser complementos del punto principal. No te preocupes. No se distraerán.

En todo caso, puedes hablar durante todo el discurso a 14 x 5. No tendrás problemas de entendimiento. Es una velocidad cómoda y adecuada.

3. DISMINUIR EN LOS PUNTOS PRINCIPALES

Si el problema fue que no disminuiste la velocidad en los puntos principales, tenlo en cuenta la próxima vez y mete freno antes de continuar.

¿Cómo aprender a disminuir tu velocidad en los puntos principales?

Un punto principal es como la arteria aorta del cuerpo humano, de la cual se originan todas las demás arterias. Tienes que prestarle más atención que a cualquier otra cosa que digas durante el discurso. ¡Es lo principal!

Puedes tener uno, dos o tres puntos principales, Todo lo demás es secundario o terciario. Es decir, de menor importancia. No que sea prescindible, sino que son complementos que ayudan a explicar y entender los puntos principales.

Cuando estás en un punto principal, es recomendable que tu voz disminuya la velocidad, de la misma manera como un conductor disminuye la velocidad al llegar a una señal de parada o a una curva peligrosa.

No tiene sentido entrar a toda velocidad a una curva, ni llegar a toda velocidad hasta el punto que dice PARE. De seguro aumentan tus probabilidades de causar un accidente. Igualmente, las palabras necesitan momentos en que sería mejor decirlas muy despacio y calmadamente.

4. PAUSAR MÁS INTELIGENTEMENTE

Si el problema es que no haces suficientes pausas, o cuando pausas, lo haces por tan poco tiempo que no parece que hubieras pausado, tenlo en cuenta la próxima vez introduciendo silencios en lugares bien pensado. No es cuestión de pausar por pausar. No abuses de la pausa. Son las pinceladas maestras de un experto en oratoria.

¿Debes pausar más inteligentemente antes y después de mencionar las ideas más importantes a fin de desatacarlas?

No hay nada más eficaz para grabar una idea en la memoria de los oyentes, o para resaltar su importancia, que hacer una pausa antes (para crear expectativa) y después (para darle énfasis).

Pero abusar de las pausas es lo mismo que meter un autogol. Debilita la expectativa y el énfasis, atentando contra la eficacia, y lo que es peor, contra el objetivo del discurso.

La expectativa tiene que ver con el factor sorpresa. Si alguien intuye que recibirá una sorpresa, ¿acaso lo sorprenderá? De ningún modo. Se ha perdido el impacto. Igualmente ocurre con las pausas de expectativa y de énfasis. Si el oído del oyente se acostumbra a un ritmo tal que puede predecir que el orador volverá a hacer una pausa de expectativa, ya no le genera expectativa. Y si sabe que hará una pausa de énfasis como algo de rutina, ya no percibirá el énfasis.

No pausar inteligentemente es como usar un resaltador de texto para resaltar todo un escrito, o usar letras mayúscula en toda una carta. ¡No resaltará nada!  Se habrá diluido y hasta perdido el impacto.


"Manejar el silencio es más difícil 
que manejar la palabra
(Georges Clemenceau).


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